domingo, 28 de marzo de 2010

Cliente: Martini sin hielo


Entra con una minifalda de talle alto. Tiene un cuerpo espectacular, y una sonrisa que depende del ángulo puede ser un ángel o el mismísimo Satán. Se instala en el final de la barra, y me pide un martini, sin hielo. Lleva una blusa que deja entrever su generoso escote. Tiene un lunar en el pecho izquierdo, pequeño, sugerente. Los labios son rojos, del color de una cereza madura. La melena castaña le cae suelta sobre los hombros. Si no me equivoco (y nunca me suelo equivocar) cobra unos 400 por hora en el cuatro estrellas que hay a dos calles de aquí. Busca hábil su presa con sus grandes ojos castaños. Hoy seguro que consigue algo.

Lo conseguiría hasta de mi. Me guiña un ojo pícara mientras deja parte de su caro pintalabios en la copa. Frunce el entrecejo calibrando al señor que acaba de entrar. La amantis religiosa ya tiene cena. Se lo devorará enterito. Lo peor es que a él le gustará, repetirá, hasta que se quede en los jodidos huesos.

Bendito rojo!

martes, 2 de marzo de 2010

Cliente: Gintonic de Beefeater


Entra solo al bar. Posiblemente lo esté. Suele venir por aquí por lo menos dos veces por semana, viernes y sábado por la noche es fijo, algún día suelto entre semana, y entonces sólo pide una clara. Es un habitual desde hace un par de meses, aunque he de decir que las primeras veces venía por aquí con más amigos. Me hace el gesto consabido del movimiento de la cabeza, es a medias un hola y un ven aquí. Me acerco, y me sonríe. Me pide lo de siempre, Beefeater. El bar está vacio, apenas son las 10. Le miro desde la otra punta de la barra, y me da por pensar que le vendría bien algo de Quique González, así que rebusco entre los cedés, y pongo "Daiquiri Blues". Él parece reconocerlo. Me llama otra vez con la cabeza.

- ¿Qué día libras? - me pregunta con la pupilas bailando - Podría llevarte a algún sitio bonito.

- El día que libro lo utilizo para hacer los millones de cosas que no hago el resto del tiempo que estoy aquí - digo amablemente. Es guapo, y tiene una sonrisa perfecta. Pero estas cosas no acaban bien nunca, además, no se sabe ni mi nombre, yo tampoco el suyo, algo que no me importa demasiado, para mí, él es Beefeater con tónica. Para él yo soy la camarera del bar ése que hace esquina. Es mejor no complicarse la vida.

- Es el rechazo más amable que jamás me han dado.

Me río, y me doy la vuelta, para ver si encuentro algo de ACDC en los compacs.

Si, mejor no complicarse la vida, porque a mi me gusta meterme hasta el cuello.