jueves, 24 de junio de 2010

Cliente: Absolut con limón


Hoy no es mi bar. Hoy es otro cualquiera de la ciudad. Uno de ésos elegidos al azar. He de decir que lo escojo porque básicamente es oscuro. Pido mi copa. Es viernes, hace mucho que no libraba este día. Hecho un vistazo a la barra. Mi indumentaria no difiere en la habitual para servir un fin de semana. Camiseta, vaqueros, y zapatos. Aun que llevo las Converse en el bolso grande. Salgo sola. No tengo muchas amigas. De echo aquí ninguna. En el pueblo del que salí algún día me queda alguien. Pero ése no es el caso. Bebo del vaso. Y miro en el fondo, buscando Calíope sabe qué. A él, a mi, mi corazón quizá. En el peor de los casos lo encontraría destrozado. En el mejor, sólo partido a la mitad. Lo bueno que siempre he tenido es que he sabido distinguir entre el amor y el sexo. Por eso sabía que empezaba a cagarla. Porque mezclé lo uno con lo otro. Un grupo de chicos me divisa. Llevan un rato observándome. Y como estoy sola soy una presa fácil. Lo que no saben es que el cervatillo del cuento son ellos. Cada trago adicional a mi copa se convierte en otra carcajada, en otro coqueteo para el castaño de los ojos verdes. Cada trago me convenzo más de que no era para tanto. Cada trago es una bocanada de autoestima. Cada maldito trago me abrasa la garganta y me hace pensar un poco menos en él. Le arrincona, aunque sólo sea por esta noche, o por unas horas, un segundo, un jodido segundo de mierda. Y como dice la canción "killing loneliness".

- Ha sido fantástico. Podríamos repetirlo. - me dice desde su lado de la cama.

- No. - respondo yo. Me visto y me voy.

A tropezones, y busco lo que perdí de vuelta a casa. La cordura. O lo que fuera que me quitó...

domingo, 20 de junio de 2010

Cliente: Arehucas con naranja.


- Me jodió la vida - Me dice ella medio ebria.

Yo la miro, a medias con pena, a medias con compasión. Es su historia, es la historia de otras tantas.

- Bueno, hay más peces en el mar ¿no? - digo yo, por decir algo.

- Ya lo sé. Pero el caso es que no atino a comprender cómo le dejé entrar en mis bragas.

Yo sonrío irónica.

- Pues por la misma razón que todas. Te creíste sus mentiras. Te convenció porque sabía que ibas a resistirte y cuando logró que le dieras el corazón por completo y le susurraste "te quiero" al oído, él había obtenido todo lo que quería. Es un coleccionista de corazones.

Ella me mira sospechosa. Al final, mueve la cabeza negativamente mientras chasquea la lengua. Se la ve abatida, afectada.

- Tú también le conoces. No debería sorprenderme. Eres guapa. No al uso. Pero tienes ese tipo de belleza salvaje, entre rizos despeinados, y francamente tus tetas... son geniales. Pero sinceramente, pensé que eras más lista.

- Ya ves, ése es mi talón de Aquiles. No puedo resistirme a un culo bonito. Y él lo tiene.

Las dos rompemos a reir.

- ¿Cuánto hace que no le ves? - Me pregunta neutral.

- Gracias a Calíope demasiado. Casi le había olvidado. Hasta que pasasteis por el bar hace como dos semanas. Puedo decir - y le doy un trago a mi cocacola - que es el mejor polvo de mi vida.

- Lo corroboro.

- Ya ves, tiene facilidades para meterse en las bragas de cualquiera que él elija...

- Brindo por el sexo.

Y levantamos los vasos a la vez.

Chin chin.

martes, 15 de junio de 2010

Cliente: Gintonic con Beefeater (II)


Aún recuerdo que sonaba "the story", canción de Norah Jones. La barra de madera brillaba con las luces. Y de repente entró. Era él. Sonreí, a medias, solo a medias... Él se sentó en el taburete, y me pidió, aún lo recuerdo:

- Una Franziskaner. - Me resultó raro, porque siempre pedía caña. O Beefeater con tónica si era fin de semana. Y no solía cambiar.

Le serví, no había mucha gente en el bar, pero ya había anochecido a pesar de solo ser las 7 de la tarde. Yo cantaba la canción por lo bajini.

"But if you don't try
The light won't hit your eye
And the moon won't rise
Before it's time"

Siempre me había gustado el tipo de música de esta chica. Él me miró, como se suele mirar a la gente que te gusta (lo sé porque yo también le miré así) y me acordé de que le di calabazas no hacía mucho. Pero no sé si fue la canción, o que a veces la soledad pesa demasiado. Esta vez no esperé -como buena chica- a que él me dijera nada. Aún lo recuerdo.

- Salgo en una hora. - Le lancé como quien tira un cuchillo a una diana en movimiento.

Solo me sonrió. Tiene los ojos azules oscuros, y ese aire taciturno de artista bohemio.

- ¿Y todas esas cosas que tienes que hacer?

- Hoy estoy vaga.

Me espera. Y nos vamos a mi pequeño apartamento (mi sueldo no da para más). Pero a partir de aquí, es mi vida privada...

Y no lo pienso contar... de momento.