martes, 27 de diciembre de 2011

Cliente: Absolut con limón

Suena de nuevo Quique González en el reproductor, y es que estas navidades tienen ese aire melancólico que no tenían antes. Eso las hace más bonitas, y a la vez menos brillantes, por lo menos que la purpurina de las bolas del mini árbol de navidad que hay en la esquina de la barra, intentando pero sin conseguir ese toque festivo que se merecen estos días. Lejos de disgustarme, adoro estas fechas. Hay jaleo, lo que mantiene ocupada mi cabeza, y las manos. Así no me da tiempo a pensar que es lo que me falta, o lo que me sobra. Otro año más el gordo de navidad se reduce a J&B con Cocacola, con sus comentarios subidos de tono sobre lo que necesito o dejo de necesitar, por lo que me ciño a pedir salud, como me decía mi madre. Queda a mi espalda otro año más de copas rotas, de vidas cruzadas, de sonrisas mayoritariamente finjidas, de lágrimas al borde del lagrimal. De días sin nadie con quien contar. Aún así, de todos modos, no podré quejarme porque nadie escuchará. Buscaré infinitas formas de escapar de la mediocridad, y si no lo consigo, si no lo consigo, moriré lentamente. Como cada persona en este mundo que se ahoga en las copas que sirvo y anhelan un día sin su alma pútrida de cosas que jamás dirán en alto. ¿Veis? Ya no sé ni lo que escribo.