martes, 27 de diciembre de 2011

Cliente: Absolut con limón

Suena de nuevo Quique González en el reproductor, y es que estas navidades tienen ese aire melancólico que no tenían antes. Eso las hace más bonitas, y a la vez menos brillantes, por lo menos que la purpurina de las bolas del mini árbol de navidad que hay en la esquina de la barra, intentando pero sin conseguir ese toque festivo que se merecen estos días. Lejos de disgustarme, adoro estas fechas. Hay jaleo, lo que mantiene ocupada mi cabeza, y las manos. Así no me da tiempo a pensar que es lo que me falta, o lo que me sobra. Otro año más el gordo de navidad se reduce a J&B con Cocacola, con sus comentarios subidos de tono sobre lo que necesito o dejo de necesitar, por lo que me ciño a pedir salud, como me decía mi madre. Queda a mi espalda otro año más de copas rotas, de vidas cruzadas, de sonrisas mayoritariamente finjidas, de lágrimas al borde del lagrimal. De días sin nadie con quien contar. Aún así, de todos modos, no podré quejarme porque nadie escuchará. Buscaré infinitas formas de escapar de la mediocridad, y si no lo consigo, si no lo consigo, moriré lentamente. Como cada persona en este mundo que se ahoga en las copas que sirvo y anhelan un día sin su alma pútrida de cosas que jamás dirán en alto. ¿Veis? Ya no sé ni lo que escribo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Cliente: Absolut con limón.


Esta vez es un miércoles. Sé que no habrá nada, pero mi cerebro me chantajea para que le de el suficiente alcohol como para no recordar ni siquiera cómo me llamo. Así que salgo por la puerta, buscando barras en las que apoyar los codos mientras bebo Absolut y quema mi garganta. Mientras destroza mi alma. Estoy sola por elección. Lo sé y lo asumo. Lo malo de salir sola es que siempre eres la presa fácil. Según ellos. Yo opino lo contrario. Esta vez declino las dos primeras invitaciones porque no me interesan. La tercera viene de un chico moreno de ojos oscuros y cejas marcadas. Su sonrisa blanca me atrapa y sonrío tímidamente (já) cuando iniciamos la conversación.

Cuando le digo mi nombre y él lo repite, parece que lo acaricia entre sus labios carnosos. Perfecto, sé que estoy cachonda y no han pasado ni quince minutos. Hablamos de París. Sí, de que acababa de llegar de allí, por motivos laborales y yo de que lo visité una vez hace demasiadas vidas. El promete llevarme otra vez si le cuento el porqué de mi media sonrisa. Yo le contesto que eso vale mucho más que la Torre Eiffel.

Esta vez soy yo la que pongo el aparatamento para revolcarnos. Porque como es sabido el sexo solo está bien hecho si es sucio. Así que follamos hasta caer rendidos, hasta que no tenemos nada más que decir. Hasta que mi alma se quiebra. Después junta sus yemas de los dedos con las mías y las ponemos a contraluz. No sé si me siento bien o mal. De todas formas esperaré a averiguarlo hasta después de desayunar.

Hoy se está calentito debajo de mi piel.

martes, 5 de julio de 2011

Cliente: Citadelle con nordic mist


Hoy en el grupo son tres, un triángulo cuanto menos curioso.

Son dos chicos y una chica. La que me ocupa hoy es la chica. Es una de estas chicas monas monísimas con la raya al medio y ese tipo de pelo ni rubio ni moreno, un castaño fashion, con ondas perfectamente definidas, ojos marrones perfilados en negro, ni muy alta ni muy baja, con unas bailarinas, vaqueros ajustados y camiseta con dibujo. Bebe de la pajita a sorbos chiquititos, como si no le gustase del todo el sabor, pero no pudiese resistirse a ese sabor agrio que deja en la garganta la ginebra .

Ellos son por lo visto sus amigos y eso parecen los tres, charlan entre risas. Uno de ellos es guapo, guapo a rabiar, guapo tipo bombero, o guapo tipo vigilante de la playa, y él lo sabe. El otro es del montón, moreno y delgado.

Lo que me hace gracia del conjunto es la manera que tiene de mirar ella al bombero (o el vigilante de la playa). Lo hace ciertamente ensimismada por lo que cuenta, por sus aventuras de rescatar a un gatito, o lo que sea. También estalla en carcajadas cuando es un chiste lo que suelta por esa boquita de piñón. Él guapito de cara parece no darse cuenta, o lo ignora deliberadamente porque no hace ningún gesto de complicidad.

Ahora me falta la última parte, y es como mira el moreno a la chica de la ginebra. Le brillan los ojos, y no se da cuenta de que la chica no va enfocada a él. Es un triángulo de los de toda la vida, sin ser bizarro ni esas cosas, aunque según mi experiencia, seguramente él bombero hará uso de la chica mona monísima un día que no tenga nada más que comer. Ella se ilusionará y luego la hará trizas, y el otro resultará el paño de lágrimas. Y si no os lo creéis, dadme dos semanas más.

Os contaré con lujo de detalles como ella borracha de Citadelle me lo cuenta entre lágrimas.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Cliente: hoy no bebe nadie...


-¿Pretendes salvarme? ¿Crees que de verdad necesito ser salvada por un principe azul?

- Yo no digo éso. Pero atente a razones, simplemente te estoy diciendo que podrías encontrar un trabajo mejor. - me asegura él con (me imagino) su buena fe.

No me gusta que hagan eso, y aunque acabo de abrir el bar y no hay nadie, sé que en cualquier momento aparecerá algún cliente y nos oirá discutir. Le he estado evitando desde hace cuatro días, cuando me habló de que había un puesto vacante en su empresa, que quizá podríamos ir a vivir juntos... Gintonic de Beefeater quiere pasar a la fase de volverme alguien manso. No sé en que momento se le pudo ocurrir, cuando para qué mentir no ha sido una relación exclusiva (por lo menos por mi parte). Me he acostumbrado a (sobre)vivir sola. Me he repetido hasta la saciedad que ninguno de ellos vale la pena. Me gusta mi trabajo, me gusta mi vida. Pero a él no le gusta que llegue todos los fines de semana a las seis de la mañana. No le gusta que esté todos los días ocupada, y que descanse los lunes.

-Quizá deberíamos dejarlo aquí. - digo yo poniéndome una mano en la cadera.

-No - susurra él bajito y me abraza. Yo me lo quito de encima.

-Es lo mejor. - recalco yo.

- Mira, hacemos una cosa, ven hoy por la noche a dormir a mi casa y lo hablamos con calma. - me dice desesperado.

Yo asiento brevemente con la cabeza. Pero sé que no iré. Es mejor dejarlo así.

jueves, 20 de enero de 2011

Cliente: DYC con Coca cola.


Se acoda en la barra entorno a las cuatro menos algo de la noche. Estamos pensando en cerrar y sólo queda una pareja haciéndose arrumacos. Barba de tres días, ventimuchos.

- Hay dos clases de mujeres. Las putas y las zorras.

Yo levanto mi ceja derecha...

- Unas lo hacen por dinero y otras por vicio...

Pensé que iba a aclarar que todas menos su madre y su hermana, o algo así, pero por lo visto su madre también era una mala pécora.

- ¿A cuál perteneces tú?

Poso la botella de DYC en la estantería, y me doy la vuelta medio sonriendo. Sé distinguir a un animal herido a quilómetros. Y él está a la defensiva, por mucho que me haya mirado el culo al agacharme a por el vaso de tubo.

- De las zorras. Ya gano dinero poniendo copas.

Se le ve decepcionado.

- ¿Alguna vez has sentido que tenías al lado a la persona perfecta para tí? Que tu lo querías y él te quería... ¿Pensaste aquello de "mi chico no me haría eso"?

Ay, si yo le contase... pero no le voy a contar, hoy me toca psicoanalista...

- Me dijo que se le acabó el amor. Yo pregunté que si de tanto usarlo, pero ya ves no cogió la gracia. ¿Cómo puedes dejar de amar a una persona así como así?

A veces pasa. Los sentimientos cambian. Todo está en constante evolución, pero lo que no le dije es que seguía siendo la misma mierda, sólo que con diferente aspecto.

Creo que hoy me tomaré una copa a la salud de los amores desgastados...