martes, 5 de julio de 2011

Cliente: Citadelle con nordic mist


Hoy en el grupo son tres, un triángulo cuanto menos curioso.

Son dos chicos y una chica. La que me ocupa hoy es la chica. Es una de estas chicas monas monísimas con la raya al medio y ese tipo de pelo ni rubio ni moreno, un castaño fashion, con ondas perfectamente definidas, ojos marrones perfilados en negro, ni muy alta ni muy baja, con unas bailarinas, vaqueros ajustados y camiseta con dibujo. Bebe de la pajita a sorbos chiquititos, como si no le gustase del todo el sabor, pero no pudiese resistirse a ese sabor agrio que deja en la garganta la ginebra .

Ellos son por lo visto sus amigos y eso parecen los tres, charlan entre risas. Uno de ellos es guapo, guapo a rabiar, guapo tipo bombero, o guapo tipo vigilante de la playa, y él lo sabe. El otro es del montón, moreno y delgado.

Lo que me hace gracia del conjunto es la manera que tiene de mirar ella al bombero (o el vigilante de la playa). Lo hace ciertamente ensimismada por lo que cuenta, por sus aventuras de rescatar a un gatito, o lo que sea. También estalla en carcajadas cuando es un chiste lo que suelta por esa boquita de piñón. Él guapito de cara parece no darse cuenta, o lo ignora deliberadamente porque no hace ningún gesto de complicidad.

Ahora me falta la última parte, y es como mira el moreno a la chica de la ginebra. Le brillan los ojos, y no se da cuenta de que la chica no va enfocada a él. Es un triángulo de los de toda la vida, sin ser bizarro ni esas cosas, aunque según mi experiencia, seguramente él bombero hará uso de la chica mona monísima un día que no tenga nada más que comer. Ella se ilusionará y luego la hará trizas, y el otro resultará el paño de lágrimas. Y si no os lo creéis, dadme dos semanas más.

Os contaré con lujo de detalles como ella borracha de Citadelle me lo cuenta entre lágrimas.