miércoles, 28 de abril de 2010

Cliente: Caña


Así de simple me lo pide el llanero solitario. De esa forma es como le llamamos mi jefa y yo. Treinta y tantos muy bien llevados. Le bautizamos con ese nombre porque siempre llega para esperar a una chica nueva. La última, una rubia recauchutada. La anterior, una pelirroja preciosa.

Le hago la seña a mi jefa que está por el otro lado de la barra. Esperamos impacientes a ver cual es la de esta semana, o la de esta noche...

Una melena castaña entra por la puerta. Agita el pelo a la vez que las pestañas. Mi chica martini. Aunque todo hay que decirlo. No es la hora habitual. SU hora habitual. Se acerca hasta nuestro vaquero, y le susurra algo al oído y el sonríe. La besa dulcemente en los labios. Yo alucino desde mi posición. Ella me llama.

- Perdona, ¿me pones un martini? - y les veo hablar como si se conociesen de toda la vida.
- Cariño - le dice ella para llamar su atención - esta noche no trabajo, asíque si quieres podemos ir por fin a mi piso.
- Ya tenía ganas de conocerlo.

Me vuelvo a mi eterno rincón en la esquina de la barra, lejos de todos.

Es cierto.

Dios los cría. Y ellos, se devoran.

miércoles, 21 de abril de 2010

Cliente: Voll Damm


No tiene pinta de ser alguien especial. Por eso quizá a mi me lo parece. Es normal de estatura, ni muy alta, ni muy baja. Su pelo es rizado, y está alborotado. Sus ojos marrones están cubiertos de sombra negra, y apesar de estar en un grupo de gente se siente sola. Se la ve por la manera en que mira y acaricia el cuello del botellín de la cerveza. Es bonita, a su manera. O a la mía.

A veces me recuerda un poco a mi. Escondida bajo capas de maquillaje negro en los ojos, y un poco de sombra en el alma. Me mira y sonríe un poco.

Pero solo un poco.